Joyera antes que relojera; relojera ante todo; maison de Haute Couture atrapada por la magia de los complementos... ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?
Durante siglos, la relojería ha sucumbido a la magia de las piedras preciosas y de los intrincados diseños sobre monturas de filigranas infinitas en estructuras nobles que la joyería proporciona como inagotable terreno de expresión.
No obstante, las grandes casas, desde Cartier a Bvlgari, Boucheron o Chaumet, por citar solo algunas, fueron en su origen reconocidos orfebres y joyeros antes de lanzarse al despliegue creativo en torno a las horas. A lo largo de su historia de tres siglos, los relojes para señora han complementado y realzado los atuendos con sus formas inusuales y sus refinados diseños y decoraciones. Pero lo que realmente distingue a estos relojes es la inventiva necesaria para encajar las proezas de la ingeniería relojera en unas cajas tan pequeñas.
El Reine de Naples de Breguet es el primer reloj de pulsera de la historia. Fue diseñado en 1810 para la reina Carolina Murat, una de las hermanas pequeñas de Napoleón Bonaparte, quien encargó a Abraham-Louis Breguet (1747-1823) un mecanismo de gran complejidad montado sobre una pulsera compuesta por cabellos trenzados con hilos de oro.
Terminado en 1812, no se sabe nada de él, pero inspiró el actual modelo con su caja oval al tiempo que instauró un reinado absoluto sobre los relojes joya.
En aquella época, los vestidos de las mujeres carecían de faltriqueras para llevar los relojes de bolsillo que portaban los hombres, y las normas sociales prohibían a las mujeres llevar relojes a la vista, por lo que los joyeros idearon una solución para ocultarlos en brazaletes y adornos, dando lugar a los primeros modelos de pulsera.
Al primer reloj de pulsera de la historia, que, recalcamos, fue femenino, le siguieron a lo largo de las diferentes décadas del siglo XX infinidad de modelos centrados tanto en la mecánica como en la estética, dando como resultado mecanismos complejos tanto técnica, dadas sus reducidísimas dimensiones, como estéticamente, ya que se trataba de piezas cuya complejidad formal era tanto o mayor que su belleza.
Hablamos de relojes joya, relojes secretos, relojes portados como una gema para medir el tiempo de una sociedad y un género que iban cambiando con los avances de la historia y el dictado de las tendencias.
Y es que el siglo XX marcó una época revolucionaria para la relojería femenina. A medida que las mujeres fueron ganando independencia y poder adquisitivo, adoptaron el reloj como símbolo de su emancipación.
Las décadas de 1970 y 1980 vieron el florecimiento de la relojería femenina, que aprovechó la crisis del cuarzo para innovar y afirmarse en el mundo de la relojería. En estas décadas fueron las grandes marcas de las principales pasarelas internacionales quienes trasladaron la creatividad de sus patrones y siluetas a las esferas y cajas de los relojes.
Los primeros años del siglo XXI fueron testigo de una búsqueda de refinamiento y complejidad para encajar con sus estilos de vida cada vez más dinámicos y versátiles.
Por lo que respecta a los relojes de Alta Joyería, éstos miden el tiempo a través de refinados ejercicios en los que es necesario su buen saber hacer. Realzadas por piedras preciosas de la mayor calidad, las joyas revelan las horas y los minutos como un delicado secreto. Los motivos de estas creaciones se encuentran en variedad de fuentes inspiradoras: en la Naturaleza, con Van Cleef & Arpels a la cabeza; en el bestiario fetiche de cada firma (la pantera de Cartier y la serpiente de Bvlgari como emblemas de la feminidad más consumada); en el mundo de las artes –como la última colección de Alta Joyería de Chaumet–; de la Alta Costura, con Dior como máximo ejemplo; las piedras preciosas –Chopard o Wempe-; o perfumes, como el mítico y ahora centenario Nº5 de Chanel, que siguen siendo sinónimo de feminidad y sensualidad para toda una generación de mujeres gracias a la eterna sex symbol de Hollywood, Marilyn Monroe.
Las nueve firmas de este reportaje ofrecen creaciones que exhiben lo mejor de dos disciplinas que aglutinan una porción considerable del lujo. Un Olimpo donde reinan las diosas exclusividad, calidad superior, innovación, creatividad, experiencia y emoción.
Y es que, según Nielsen (líder mundial en medición de audiencias, datos y análisis), para 2028 las mujeres poseerán nada menos que el 75% del gasto discrecional del planeta, lo que las convertirá en las más influyentes del mundo. Los datos, a fin de cuentas, solo traducen un sentimiento y una actitud: que las mujeres quieren vivir sus días rodeadas de belleza.
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