La primera impresión es la que cuenta. Esta frase tantas veces repetida en distintos escenarios, también tiene su sentido cuando hablamos de relojería. Sin necesidad de ser inflexibles en el planteamiento, hay que reconocer que una parte del éxito de un reloj se encuentra en esa primera mirada, e indudablemente es ahí donde la estética tiene una cierta ventaja sobre la mecánica, sobre el interior. Y no es menos cierto que nuestros ojos se centrarán de forma especial en la esfera, el rostro del reloj. En Patek Philippe no hay detalle que haya quedado al margen de su sentido de la perfección relojera, y las esferas no iban a ser una excepción. De hecho, en los últimos años hemos asistido a trabajos cada vez más complejos y exigentes, algo que se gesta en su manufactura de Cadrans Flückiger de Saint-Imier, en el Jura bernés, propiedad de Patek Philippe desde 2004 pero con la que mantenía una larga y estrecha relación previa.
Durante ese tiempo, el entendimiento de las dos centenarias compañías –Cadrans Flückiger fue fundada hace ya 174 años– fue total porque compartían mismos valores en lo que respecta a esa sabia mezcla que aportan la tradición –en los talleres, se conservan instrumentos como una máquina de guilloché que data de 1903 y sigue en uso para distintas decoraciones– y la innovación, marcada por el apoyo de avances tecnológicos. Y por supuesto, también una serie de valores asociados a una exigencia de calidad máxima en cada producto (un ejemplo, lo tenemos en el nivel de sus esferas de nácar, que en algunos casos requiere desechar el 80% de las que se fabrican). Otro detalle más, sin duda importante, es el carácter que tienen que tener las esferas que van a ser el “rostro” de un Patek Philippe. Y en esto la mejor frase la encontramos en Thierry Stern, presidente de la compañía: “El portador debe ser capaz de leer la hora con facilidad. No estamos interesados en actuar para la galería con formas atrevidas y materiales revolucionarios. Nuestro objetivo es hacer el reloj legible y un placer al contemplarlo. Un reloj es, sobre todo, un objeto para disfrutar”.
El entorno de la exclusividad
De los talleres de Cadrans Flückiger salen cada año alrededor de 120.000 piezas, una cifra importante que no solo llega a Patek Philippe sino que también está destinada a otras manufacturas, clientes a los que la empresa sigue sirviendo esferas. Eso sí, la compañía ginebrina se reserva actuaciones como la del guilloché o el esmalte, que son exclusivas de Patek Philippe, al igual que solo se utilizan para ella las máquinas de control numérico con herramientas de diamantes con las que se fabrican los índices. Hay que recordar que las esferas de Patek se distinguen por algunos detalles; uno de ellos es que si las cifras o los índices van en relieve estarán siempre fabricados en oro y serán aplicados de forma manual.
Entrar en Cadrans Flückiger es descubrir que las esferas tienen su propio e independiente universo creativo, y al igual que el resto de los componentes de un reloj, requiere de una alta especialización. Sobre todo cuando estamos hablando de una firma que, como es el caso, ha hecho de la creación de esferas de alta gama su forma de trabajo desde su creación.
Entrando de lleno en el proceso de fabricación, hay que decir que las esferas de Cadrans Flückiger requieren cada una de ellas un mínimo de 50 operaciones y se pueden llegar a alcanzar en algunos casos las 110, en un trabajo que se desarrolla durante al menos cuatro meses. Es el tiempo en el que el latón y el oro –éste último empleado en las creaciones de mayor nivel–, van tomando forma desde que la materia prima llega a los talleres. El repertorio de acabados es notable como su propósito de fabricar las mejores esferas del mercado; así hay creaciones galvanizadas, otras son de nácar, y también hay acabados esmaltados y, por último, engastados. Los dos últimos se realizan en la última planta del edificio que Patek Philippe creó en 2006. Inutilizada al principio, el crecimiento de las producción llevó a la empresa a situar allí ambos departamentos, a los que les acompaña el maestro grabador que ejecuta los motivos geométricos de las esferas.
La creación, paso a paso
El proceso de fabricación de una esfera Patek Philippe comienza en el departamento de prototipos, donde entre otras cosas se analiza la viabilidad del proyecto de cada esfera analizando tanto las dimensiones, como el diámetro y espesor de la caja… y por supuesto la altura de los números e índices. Superado ese trámite inicial, comenzará un proceso prolijo y laborioso de una serie de pasos donde el orden no siempre es el mismo, ni tampoco las etapas por cumplir, porque depende del modelo al que se estén enfrentando se requiere de unos u otros artesanos y especialistas. Eso sí, independientemente de la complejidad de la creación, lo que siempre está fuera de duda es que el resultado será excelente, como corresponde a un trabajo Patek Philippe.
La primera acción que se realiza sobre los ébauches es el acuñado o découpage, que consiste en troquelar los orificios para sujetar la esfera a las máquinas y hacer las aberturas para ventanillas o contadores. Además, con un tampón se procede a la transferencia de la información sobre la esfera. Después se realiza el prensado y biselado.
La siguiente estación es la de pulido, donde se eliminan las imperfecciones de la esfera, antes de proceder a la galvanización, donde se aplicará a la esfera un baño de color mediante electrolisis. Un proceso delicado porque los operarios apenas tienen unos segundos para sacar las series de esferas, desde que suena la alarma que indica que se ha consumido el tiempo requerido para obtener un correcto cromatismo. Un detalle más de sus puntos coincidentes con el trabajo que se ejecuta sobre el resto del reloj en Patek Philippe. Y que se suma a otro elemento importante, el de la preservación de las esferas del gran enemigo de la relojería: el polvo. En Cadrans Flückiger una atención muy especial a la calidad del aire, pues la mínima partícula de polvo que contaminara la esfera obligaría a su eliminación. Por eso, no extraño ver a los operarios enfundados en trajes especiales a la hora de barnizar o lacar una esfera; lo mismo que ocurre en el proceso litográfico de estampado por transferencia.
Y si toda precaución es poca, qué decir de los controles de calidad que se llevan a cabo durante el proceso de fabricación de una esfera. Todo el trabajo de control está centralizado en un departamento al que las piezas llegan cada vez que han visitado un departamento. Tras comprobar que este ha sido ejecutado correctamente, se procede a impregnar la esfera con un barniz de protección antes de ser enviado a la siguiente estación de trabajo. Paso a paso, la esfera Patek Philippe acabará tomando forma y su “rostro” estará preparado para atraer nuestras miradas.