Hasta una breve mirada a la actividad de Rolex desde su creación para entender que esa identidad única de la que puede presumir la compañía relojera deriva directamente de una historia escrita alrededor de la pasión por la innovación y la búsqueda constante de la excelencia. Una historia marcada por los logros relojeros y el nombre de Oyster, aquel primer reloj de pulsera hermético nacido en 1926 y que con el paso del tiempo se convertiría en el pilar de una gama de relojes que han alcanzado el reconocimiento como iconos de la cultura relojera.
En los primeros años del siglo XX, un joven Hans Wilsdorf empieza a dar los primeros pasos de lo que más tarde sería Rolex. Empieza a interesarse por los relojes de pulsera, pero sobre todo por dos términos que son ley relojera: precisión y hermeticidad. La innovación es su máxima y con esas premisas comienza a generar los primeros resultados, como cuando, en 1910, un reloj de pulsera Rolex obtiene el primer certificado de cronometría del mundo por la Oficina de Control del funcionamiento de relojes de Bienne (Suiza); cuatro años después, un modelo similar obtiene el primer certificado del mundo de clase ‘A’ del observatorio de Kew (Gran Bretaña).

Dados los primeros pasos en la precisión, Wilsdorf se lanza a conseguir el reto de la hermeticidad, que como ya se ha mencionado tiene en 1926 su punto de partida. El Oyster resultante es el principio de una carrera de éxitos, de innovaciones que comienzan con otro hito fundamental para entender Rolex: el módulo automático. En 1931, Rolex inventa el primer sistema de cuerda automática para un reloj de pulsera con rotor libre, bautizado como rotor Perpetual .
La historia continúa y llegarán en las décadas siguientes (40 y 50) los modelos que van a conformar una oferta que no solo ha sobrevivido al paso del tiempo, sino que también se ha revitalizado. Es el momento del Oyster Perpetual Datejust; del Day-Date… y por supuesto de los relojes profesionales. Habrá después más episodios creativos icónicos, como el que supone la llegada del Cosmograph Daytona en 1963, pero lo que es evidente es que en todas ellas subyace el mismo razonamiento: Rolex crea relojes para superar cualquier reto y para durar.

Desde sus inicios, Hans Wilsdord creó una activa red de talleres de relojería por todo el mundo cuya misión era asegurar que todos los relojes de la marca pudieran recibir el mejor mantenimiento. Conocido ahora como Servicio Mundial Rolex, su tarea es la misma de entonces, conseguir que todos los relojes conserven su óptimo rendimiento técnico y una estética cuidada. Para ello, los relojeros que trabajan en este servicio reciben una formación especial que certifica la calidad y homogeneidad de las operaciones realizadas en todo el mundo. Efectúan diferentes tipos de operaciones siempre respetando los cánones de Rolex, lo que garantiza el óptimo rendimiento de los relojes. Eso se completa con un detalle importante: la disponibilidad de las piezas y de la mano de obra necesarias está garantizada al menos durante 35 años tras la retirada del reloj del catálogo. Una vez superado ese tiempo es el momento del Taller de Restauración, donde se cuenta con la capacidad para reproducirlos de forma idéntica.

El mantenimiento de un reloj Rolex se ejecuta envarias etapas con herramientas e instrumentos específicos, en ocasiones incluso desarrollados por la marca. Una vez recibido el reloj, elaborado el presupuesto y aceptado por parte del cliente, el relojero comienza por separar el brazalete de la caja, de la que extrae con delicadeza el movimiento. A partir de entonces, movimiento, caja y brazalete seguirán diferentes recorridos. La esfera y las agujas se separan del movimiento y este se desmonta por completo. Cada uno de sus componentes se examina con el fin de determinar si se ajusta a los criterios de exigencia de Rolex; en caso contrario, se sustituye por uno nuevo de la manufactura de Bienne. Los componentes se lavan en un baño de ultrasonidos y, a continuación, se secan. Entonces el relojero vuelve a montar el calibre, pieza a pieza siguiendo un orden predeterminado, y procede a su lubricación. A continuación ajusta su precisión, antes de recolocar esfera y agujas.

La caja también se desmonta. Los elementos, independientemente del material, se vuelven a pulir o satinar uno por uno, a mano, para recuperar su brillo y luminosidad, así como eliminar marcas o rayaduras. A continuación, se sustituyen las juntas y después se vuelven a montar el cristal, el bisel y la carrura. El brazalete sigue un procedimiento similar al de la caja. Cada eslabón se pule o satina con meticulosidad en función del acabado original y, posteriormente, se limpia el conjunto concienzudamente.
El relojero vuelve a instalar el movimiento en la caja, lo que conlleva una nueva medición de la precisión y rendimiento cronométrico. Esta etapa se completa con una prueba de precisión que dura como mínimo veinticuatro horas. Superada ésta, se verifica la hermeticidad del reloj en el agua bajo presión. Tras recolocar el brazalete, la pieza está lista para un último control: comprobar su correcta marcha y funciones, y de asegurarse de que la estética es impecable y cumple con las normas de Rolex. Este servicio cuenta con una garantía internacion de dos años, aplicable tanto a las piezas como a la mano de obra.

El otro escenario de excelencia en el mantenimiento de los relojes Rolex, en este caso los relojes históricos, se centraliza en Ginebra, en el Taller de Restauración, donde trabajan maestros relojeros especializados en piezas de colección. Por la naturaleza tan específica de su misión, combinan en su día a día la investigación histórica, los métodos ancestrales y las técnicas más modernas. Los componentes pueden restaurarse o reproducirse de forma idéntica con arreglo a los criterios de la época. Cada restauración se efectúa con una metodología rigurosa en la que se incluye la trazabilidad de las labores realizadas; una vez finalizada, el propietario recibe el reloj en un estuche específico y acompañado de una cartilla personalizada.

Rolex ha creado una red de talleres de servicio posventa que responden a los estándares de calidad de Rolex, tanto en lo referente a su infraestructura y equipamientos como a su personal. El Servicio Mundial Rolex está presente en todos los continentes a través de los centros de servicio (talleres de relojería ubicados en los distribuidores oficiales de la marca o en las instalaciones de las filiales regionales). Cada uno de ellos cuenta con uno o varios relojeros autorizados por Rolex, que son los únicos cualificados para efectuar operaciones de servicio posventa a un reloj salido de los talleres de la marca. Perpetúan la filosofía de Rolex de proporcionar, sin importar el estado del reloj, un servicio de primera.

En función de la antigüedad del reloj, su mantenimiento se realiza en un distribuidor oficial, en la filial o en la sede de Rolex en Ginebra. En 2018, la marca inauguró su Centro de Formación en Ginebra. Concebido como una plataforma de intercambio, esta estructura ofrece las mejores condiciones a los jóvenes aprendices y a los empleados de Rolex. Con la vista puesta en el futuro, cuenta con los últimos avances pedagógicos y tecnológicos. La compañía ofrece en sus filiales una formación de un año y medio (Rolex Watchmaking Training) a cuyo término el relojero es capaz de efectuar un servicio completo a la mayoría de los movimientos. La marca forma internamente a cada uno de los relojeros que trabajan en sus talleres de servicio posventa, además de asistir con regularidad a cursos específicos para mantener su nivel de conocimientos y seguir la evolución de los productos y las técnicas de la firma. Los talleres del Servicio Mundial Rolex ofrecen diferentes prestaciones. El servicio completo, por ejemplo, implica un mantenimiento integral del reloj. Pero también se proponen operaciones más específicas, como el ajuste de la longitud del brazalete o la renovación de los acabados de la caja. Todo con una misma máxima: conseguir que el reloj tenga una larga vida y que la filosofía Rolex se transmita de generación en generación.