Hace cuatro años que Patrick Pruniaux llegó a Ulysse Nardin. Y se encontró con una manufactura que además de historia –confeccionada a lo largo de 175 años– contaba con un bagaje mecánico insuperable y una colección que aún podía dar mucho más de sí. Quedó también quedó claro que no era un CEO relojero al uso, y de hecho su forma de entender el negocio y su apuesta creativa desembocó en el denominado factor ‘X’. Fueron medidas revolucionarias desde el punto de vista de la comunicación que, afortunadamente, no quedaron solo en eso, sino que han dado sus frutos, el más reciente de los cuales es The Sparkling Free Wheel.
Y es que este francés que venía de Cupertino, donde trabajó, antes de entrar en LVMH, como miembro del Special Projects Team Apple en el lanzamiento del Apple Watch para, curiosidades de la vida, pasar del ‘Valle del silicio’ a Ulysse Nardin (la marca que relanzó el ‘Señor del silicio’, Rolf W. Schnyder), apuntaba desde el principio maneras de cambio.
De transformación que esta vez se ha focalizado en la colección Executive y que ha dado como resultado una cegadora obra de arte limitada a solo ocho ejemplares, cuyo tourbillon volante no es otro que el Ulysse Anchor Escapement, que emplea una tecnología pionera basada en el silicio de baja fricción en lugar de en los rubíes metálicos y sintéticos, propios del escape de áncora suizo tradicional.
The Sparkling Free Wheel presenta un espectacular pavé de 2.251 diamantes –todos ellos de origen ético– de la mayor calidad y engastados mediante la técnica del engaste nieve que, como una auténtica capa de nieve suiza cubre la esfera de oro blanco, las asas, los cantos de la caja de zafiro de 44 milímetros, y hasta la tapa del barrilete. El proceso de engaste nieve de cada una de las piezas, que lleva hasta 120 horas de minucioso trabajo, ha sido realizado por los artesanos de Art Setting en Ginebra.
Los elementos más destacables del Free Wheel quedan a la vista por el lado de la esfera: los puentes del tourbillon volante y el indicador de la reserva de marcha de siete días, que tienen forma de boomerang, parecen flotar al igual que los indicadores de horas y minutos y los trenes de engranaje. Aunque el fondo es de zafiro, como hemos indicado el espectáculo real queda del otro de la caja. Una obra ingeniosa que en esta ocasión suplanta el esqueletado ampliamente desarrollado por la casa por una estética que lejos de resultar pesada por su carga joyera, produce sensación de livianidad.