Hay marcas que apuestan por concentrar en unos pocos pilares creativos su demostración relojera. No es una cuestión de carencias creativas, sino la forma en que definen una identidad que es reconocida por todo el mercado. No es un ejercicio fácil, y menos aún cuando tu nombre es Tudor. Pero la que durante mucho tiempo era reconocida simplemente como segunda marca de Rolex, lleva ya unos años construyendo esa identidad de forma brillante. Tanto como para ser conocida ahora como una de las firmas más punteras y atractivas en modelos neovintage pero también en tecnología de última generación.
Así lo demuestra cada año, como éste, en el que la apuesta Black Bay se convierte en referente absoluto de la fuerza, la robustez y la elegancia a las que apela su escudo. Y lo ha hecho en sintonía con la tendencia del momento, basada en la pluralidad de los materiales, en cuyo ámbito Tudor ha destacado con especial relevancia: cerámica, plata, bronce, oro y, por supuesto, acero conforman los Black Bay de nueva generación.
Desde que en 2012 se lanzara el momento de buceo Black Bay su éxito ha sido fulgurante gracias tanto al diseño de sus líneas y sus infinitas posibilidades como a su mecanismo de manufactura de altas prestaciones, amén de su excelente relación calidad-precio. Bajo estos prometedores auspicios, los modelos se han ido sucediendo en diferentes formatos –con diámetros de 32, 36 y 41 mm, o en las versiones Chrono y las más actuales Fifty-Eight– hasta llegar el nuevo Black Bay Ceramic, un modelo con doctorado cum laude.
Los elementos clave del nuevo reloj se pueden sintetizar en seis, repartidos equilibradamente en términos de diseño y de mecánica. A los tres primeros corresponde su caja de 41 mm de diámetro en cerámica negra mate, la esfera abombada en negro mate esmerilado y marcadores de hora y las famosas agujas ‘Snowflake’, un distintivo de los relojes de submarinismo Tudor introducido en 1969, con revestimiento luminiscente de grado A Swiss Superluminova.
Al segundo apartado corresponden su calibre de manufactura MT5602-1U, con certificación del Control Oficial Suizo de Cronómetros (COSC), una espiral de silicio y una reserva de marcha de 70 horas; su certificación Master Chronometer del METAS y, finalmente, una garantía de cinco años sin necesidad de registro ni de revisiones de mantenimiento periódicas. En resumen, un extraordinario reloj que simboliza el savoir-faire técnico de la marca.
Por lo que respecta a la certificación de Master Chronometer del METAS (Instituto Suizo de Metrología), de la cual tuvimos noticia por primera vez en 2014 de manos de Omega, hay que resaltar que es integral y cubre las principales características funcionales de los relojes, como la precisión, la resistencia a campos magnéticos, la hermeticidad y la reserva de marcha. Sus normas son increíblemente exigentes, empezando por la precisión.
Para obtener la certificación, los relojes deben funcionar dentro de un intervalo de variación diaria de cinco segundos (0 / +5), esto es, cinco segundos menos de lo que permite el Control Oficial Suizo de Cronómetros (-4 / +6) en un único movimiento y un segundo menos que la norma interna de Tudor, que se aplica a los modelos de la marca con calibre de manufactura (-2 / +4). La certificación también garantiza la precisión de la hora cuando el reloj se somete a campos magnéticos de 15.000 gauss. Por último, garantiza que la hermeticidad cumpla la norma 22810:2010 de la Organización Internacional de Normalización (ISO), al igual que la reserva de marcha de cada reloj. Asimismo, hay dos requisitos que cumplir para optar a la certificación: la manufactura suiza debe cumplir los criterios Swiss Made y el movimiento debe estar certificado por el Control Oficial Suizo de Cronómetros (COSC).
Fruto de esta certificación, el Black Bay Ceramic asegura la precisión a dos temperaturas, en seis posiciones y con dos niveles distintos de reserva de marcha, así como un funcionamiento correcto bajo un campo magnético de 15.000 gauss y sin variación de la precisión tras esta exposición, además de una hermeticidad a 200 metros y su amplísima autonomía de marcha (70 horas).
Por lo que respecta al aspecto estético, el Black Bay Ceramic combina detalles contemporáneos de alta tecnología con sutiles referencias al pasado. Su caja cerámica monobloque de color negro mate presenta superficies pulidas con chorro de arena, bordes biselados y pulido espejo. El bisel giratorio también es de cerámica negra con un acabado satinado rayos de sol y las graduaciones grabadas en tonos a juego aportan un detalle mate complementario que refleja sutilmente los cambios de luz. La esfera también es negra y sobre ella resaltan los índices y puntos horarios con material luminiscente en blanco roto. Por último, una correa híbrida de cuero y caucho negra con un motivo ‘Snowflake’ en el interior y un cierre desplegable, así como una correa de tela negra con una banda crema, completan la estética all black de este modelo.
Una estética a la que no es ajeno el movimiento. El calibre MT5602-1U automático con rotor bidireccional ofrece la lectura de horas, minutos y segundos. Presenta el acabado típico de los calibres manufactura de Tudor, pero es totalmente negro en su imagen, en línea con la estética general del reloj. Su rotor está realizado en tungsteno y tanto los puentes como la platina alternan superficies arenadas y decoraciones láser. Esta nueva creación demuestra la solidez y excelencia de Tudor… y sobre todo que los pilares del futuro ya están planteados.