Hay historias donde el compromiso personal es lo que en buena medida justifica y razona su éxito. Chopard, seguramente, sea uno de esos casos. La pasión de una familia, los Scheufele, y la perseverancia de Karl- Friedrich, hoy uno de los presidentes ejecutivos de la compañía, llevó a la empresa a plantear un concepto de manufactura relojera que, un cuarto de siglo después, ha demostrado que era tan acertado como lo es su fantástica producción de movimientos. Parece que ya queda lejos aquel año de 1996 cuando quedaron establecidos los principios de Chopard Manufacture; desde entonces, se han ido sucediendo registros mecánicos marcados por la innovación y que el mercado ha reconocido, como cuando conquistó la Aguja de Oro del Gran Premio de la Relojería de Ginebra (GPHG) de 2017 con su L.U.C Full Strike, un repetición de minutos que incorporaba los primeros gongs de cristal de zafiro creados en el universo relojero. Aunque sería una equivocación pensar que Chopard creó una manufactura para el lucimiento. No es el estilo de la casa, que se ha empeñado durante todos estos años en darle un contenido diferencial a sus calibres. Así hay que entender que sus movimientos, su precisión, está certificada por el COSC, o como la mayoría de sus creaciones lucen el Punzón de Ginebra. Ni tampoco hubieran entrado en territorios que en aquel momento parecían reservados a unos pocos.
Pero Karl-Friedrich Scheufele lo tenía claro: era necesario dotar a Chopard de la legitimidad que ofrece una verdadera manufactura. Una misión tan loable como compleja y arriesgada y más en los años 90, cuando se gesta el L.U.C 1.96, su primer calibre, que iba a convertirse en el símbolo de sus aspiraciones. Para ello necesitaba llamar la atención del mercado. Y vaya si lo consiguó. Denominado así por el año de su nacimiento, para empezar era el primer calibre automático con microrrotor creado desde 1977. Karl-Friedrich Scheufele deseaba conseguir una pieza muy ligera pero al mismo tiempo con buena autonomía. Por eso, combinó esa masa oscilante bidireccional con otra novedad, los barriletes gemelos, que además le ofrecían un par más consistente. El calibre pudo presumir de ser el primer movimiento automático con dos barriletes que ofrecía 65 horas de reserva de la marcha. A pesar de que los barriletes estaban colocados uno sobre otro, solo tenía 3,3 mm de grosor, y para rematar su ‘osadía’ mecánica presentaba un volante patentado y un regulador de cuello de cisne.
Quedaba claro el compromiso que adquiría Chopard con esta primera pieza, algo que quedaba ratificado con otra decisión singular: todos los movimientos L.U.C debían ser certificados externamente. Así, cada calibre 1.96 recibiría un certificado de cronometría del COSC, pero no contentos con ello, también se presentó el movimiento al Punzón de Ginebra. Aquel primer calibre debutó en un reloj un año después, en el L.U.C 1860. Desde entonces, lo que ha ocurrido se resume a través de una serie de hitos firmados por Chopard. Como aquel que en el año 2000 protagonizó el L.U.C Quattro, convertido en el primer reloj del mundo con cuatro barriletes (configurados dos a dos) y que ofrecía nueve días de reserva de marcha. En 2004 llegaba el primer tourbillon de Chopard Manufacture. Además de lucir la tecnología Quattro, mostaba un volante-espiral de oscilación libre “Variner” y un resorte regulador. Pero lo que quizá sea todavía más importante, es que fue el único tourbillon del mercado en oscilar a 4Hz (28.800 alt/h) con un escape patentado. Un detalle importante es que tenía certificado COSC y hay que recordar que hasta 2016 Chopard fue una de las pocas manufacturas que certificaban sus tourbillones como cronómetros.
Otro momento importante en el crecimiento como manufactura se produce en 2005, cuando aparece en escena el L.U.C Lunar One, un calendario perpetuo con fases de luna; un año después era el L.U.C Strike One quien marcaba la ruta en la excelencia de Chopard como manufactura. Era su primer paso dentro de la complicación de repetición de minutos. Además, se habían cumplido diez años de creación de movimientos propios y se celebró con la inauguración del L.U.CEUM, el espacio dedicado a contar la historia de la conquista del tiempo por el hombre, pero también para lanzar el L.U.C Chrono One con el calibre L.U.C 03.03-L, un movimiento con rueda de columnas, embrague vertical, función flyback, puesta a cero del segundero pequeño y un preciso contador de minutos saltantes.
El año 2009 ve la luz el L.U.C Tech Twist, primer reloj de Chopard que incorporaba un escape de silicio. Los avances tecnológicos experimentados por la manufactura se tradujeron también en la presentación de un movimiento que latía a 10Hz y que había sido creado por Chopard Technologies. Pero si hay que hablar de productividad y creatividad, debemos esperar un año, al 2010, cuando para celebrar el 150 aniversario de la casa fueron presentados cuatro nuevos calibres, entre los que se incluía el L.U.C Engine One, dispuesto horizontalmente e inspirado en la pasión de Karl-Friedrich Scheufele por los automóviles.
Si hasta ese momento, los calibres L.U.C tenían como distintivo el certificado de precisión y el Punzón de Ginebra, en 2011 el L.U.C Triple Certification Tourbillon, añadía la certificación de la Fundación Calidad Fleurier, una serie de test propios que destacan por su rigurosidad. Un año después era el turno del primer reloj certificado cronómetro que oscila a una velocidad de 8Hz: el L.U.C 8HF; en 2013, la sorpresa era en forma de tourbillon con calendario perpetuo, el L.U.C Perpetual T, para en 2014 introducir el oro ético en el L.U.C Tourbillon QF Fairmined. La vida de la manufactura avanza y en 2016, para celebrar su 20 aniversario, llegaban un nuevo reloj GMT y también el L.U.C Full Strike.
En este camino propio e independiente de Chopard se han producido hechos diferenciales, como su compromiso en 2018 para emplear un 100% de oro ético en todos sus relojes y joyas de oro o lanzamientos como el registrado en 2019, con la llegada del L.U.C Flying T Twin, su primer tourbillon volante de carga automática. Ese mismo año, también fue presentado el Alpine Eagle, basado en el primer reloj creado por Karl-Friedrich Scheufele 40 años antes, el St. Moritz. En 2020 Chopard se asoció con la Casa Kiton para crear L.U.C XP II Sarto Kiton y también el Alpine Eagle XL Chrono en el que se introducía un movimiento que se beneficiaba en gran medida del calibre 03.03-L del L.U.C Chrono One.
Este muestrario de excelencia relojera se ve refrendado este año con la llegada de una serie de piezas que inciden en el sentido que ha marcado estos 25 años de Chopard Manufactura: crear su propio estilo, su propio lenguaje relojero.